Estoy leyendo un libro que hasta ahora me ha parecido genial. Se llama: Women Who Run With Wolves de Clarissa Pinkola Estés. Desde el momento que me lo recomendaron sabía que sería especial y único, quien lo hizo, es una mujer de 84 años a quien admiro, y el hecho de que ella me haya recomendado este tipo de libro, ya en sí es una experiencia que merece ser vivida.
Este libro, habla sobre el arquetipo de la “mujer salvaje”. Mujer salvaje que la autora define de muchas formas y que yo planteo en mis propias palabras. Mujer salvaje es esa mujer en contacto con su alma, con su fuerza, con su pasión, su creatividad. Esa que a veces dejamos apagar, o que otras veces han querido domar. Esa esa mujer que lucha por sus ideales por su creencia, esa mujer que es libre cuando todas las mujeres son libres. Esa que entiende la responsabilidad y el privilegio de ser mujer.
Según su autora, “desde el punto de vista de Psicología Arquetípica, así como en las tradiciones antiguas, esta mujer es el alma femenina. Sin embargo, ella es mucho más, ella es la fuente de lo femenino. Ella es instinto”.
Leyendo su descripción, pude identificarme con esa mujer salvaje. Recordé las veces que tal vez quisieron apagarla. Recibí en algunos momentos comentarios no solamente machistas, si no que otras más castrantes, limitantes. Lo peor que estos fueron de parte de las personas más cercanas a mi, de las que más esperaba guía y apoyo.
Hago referencia a este libro y a este concepto, a modo de introducción a lo que ya es evidente, porque veo los cambios en el mundo. Esos cambios por los que lucharon las generaciones antes que yo y la mía; y que, en esta, la de mis hijas, puedo ver su materialización.
Hace un mes y un poco más en nuestro vuelo la capitana era mujer. No puedo explicarles el gozo que experimenté, el orgullo, la alegría. Viví una experiencia memorable e histórica junto a mis hijas. Mi primer vuelo piloteado por una mujer me había tomado 46 años. Aproveché el momento para comunicarles sobre eso. Que este día era para recordar, pues cuando ellas fueran grandes que el piloto fuera hombre o mujer ya no sería un evento como lo fue para mi ese día y que por eso quería que se lo grabaran en su mente. Mi alegría y emoción eran doble, por mi, que logré vivirlo y porque para ellas eso sería algo normal, lo habitual.
Ellas están creciendo en una sociedad donde el hecho de que sean mujeres no las limitará. Esa mujer salvaje vivirá en ellas siempre. Y si por alguna razón algo o alguien intente aplacarlas, tengo fe de que tendrán la fortaleza, la convicción y las herramientas para lograr revivirla.
Esto va dedicado a todas esas mujeres salvajes de este mundo. Namasté.